En todas las relaciones hay o habrá conflicto, discusiones y diferencias. ¡Es normal!
Es un error esperar que no haya conflicto.
La meta no es eliminar el conflicto, el punto es transformarlo.
Cuando pensamos en conflicto pensamos en atacar, gritar, herir o hablar sin realmente escuchar a la otra persona.
El problema no es la discusión, ¡el problema es la forma!
Nadie nos enseña como tener conflictos sanos y con las herramientas emocionales para regularse.
Nos acostumbramos a lo que vimos de pequeños: gritar, hacer la ley del hielo o herir.
Mi primer consejo sería normalizar las discusiones, pero no normalizar la forma.
A la hora de tener conflictos nos vamos a los dos extremos:
Nos herimos mutuamente y es un proceso de batalla muy emocional y doloroso o lo evitamos por completo.
Evitamos decir lo que nos molesta, evitamos decir lo que nos hirió, evitamos decir lo que queremos, etc…
Evitar tampoco es la solución. Al evitar hablar de las cosas, la emoción se acumula hasta que explota y hay una pelea aún más grande.
La sociedad está tan alejada de la inteligencia emocional, que creemos que hablar de nuestras emociones significa pelear y preferimos evitarlo.
¿Entonces cuál es la clave para resolver conflictos? ¿Cómo crear discusiones sanas?
Lo más importante que aprendí es que no se debe de hablar cuando la emoción está presente.
Se deja pasar un tiempo antes de hablar para que la emoción pase y ambos puedan estar calmados.
Suena paradójico, pero para hablar de emociones necesitamos hacerlo desde un espacio y racional.
Es normal que al discutir toquemos heridas y tengamos reacciones emocionales fuertes como el enojo o la tristeza.
Por lo mismo, necesitamos hablar cuando racional puede ser recibido por lo racional.
Cuando tratamos de hablar racionalmente cuando hay emoción, es cuando nos herimos y las cosas salen mal.
Cuando hay emoción, tiene que ser recibida por emoción.
Si hay mucha emoción, en ese momento solo cabe validación, empatía y comprensión.
“Entiendo que te sientas esto, no fue mi intención, perdón. Me gustaría platicarlo cuando estemos calmados”.
Lo que hará la diferencia es cómo gestionamos nuestras emociones.
¿Podemos amarnos y respetarnos incluso cuando hay enojo, tristeza y dolor?
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