No es tu culpa si expresas tus sentimientos y la otra persona lo toma personal y se crea un conflicto.

Una conversación sobre cómo te sientes no debería de sentirse como un ataque, una queja  o una discusión.

Tus sentimientos merecen compasión, entendimiento y ser escuchados.

“No llores”, “No se puede hablar contigo porque lloras”, “¿Otra vez vas a llorar?”

Tal vez el problema no es que seas muy sensible, tal vez el problema es que en ese momento la otra persona no tiene la capacidad emocional para sentir empatía por tu dolor.

No por eso te sientas culpable de expresar tus emociones. No tienes porque disculparte. No invalides, ocultes o reprimas lo que sientes

Aunque el asunto parezca algo pequeño, la emoción es grande y válida. No estás exagerando.

El problema no es que seas muy sensible, quizá el problema es que la otra persona no sabe manejar la emoción y le abruma.

Por otro lado, no le digamos a la gente que deje de llorar cuando no sabemos manejar sus emociones.

Es importante que se hable de lo que se siente, en vez de desconectarse de las emociones.

Seguimos en una cultura en la que se piensa que la vulnerabilidad es una debilidad.

Se tiene la creencia de que alguien fuerte es alguien que no llora, no muestra defectos, errores y evitaban emociones que no son placenteras.

El problema con reprimir la tristeza y las emociones no placenteras, es que no desaparecen.

Sólo se guardan en nuestro subconsciente.

Posteriormente se actúa desde ese subconsciente.

Con la emoción reprimida en el subconsciente, se empieza a actuar con mayor irritabilidad o es común desquitarse con personas o situaciones que no se debería.

Ser vulnerable es una fortaleza. Es una gran capacidad mostrarse transparente y con heridas. ¡Que nunca te digan lo contrario!


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