1.Solución externa: entender al niño interno herido .

Cuando un niño pequeño actúa mal, solemos entender fácilmente porque actuó así:  

Atacó a su hermanito porque se sentía excluido, gritó porque tiene hambre, etc...

Con los niños entendemos fácilmente que un mal comportamiento es resultado de incomodidad, dolores o heridas.

Los bebés no nacen siendo “malos”, actúan así en respuesta a miedos.

Con los adultos no actuamos así. No solemos imaginar las razones por las que una persona actúa como lo hace.  

Nos conformamos con explicaciones simples: es malvado, es narcisista, es un idiota, etc…

Juzgar o etiquetar es más fácil y nos brinda mayor seguridad.

Podemos amar o podemos juzgar, pero no se pueden hacer ambas cosas.

Cuando se juzga no puede haber amor.

El entendimiento nos lleva al amor. Cuando entiendes a las personas puede haber compasión y por lo tanto amor.

Detrás de las acciones de un bebé o de un adulto, está lo mismo: dolor y miedo.

Es un trabajo de amor buscar entender cuáles podrían ser las heridas de alguien.

Ojo: entender el dolor para explicar comportamientos no significa no tomar medidas o distancia para protegernos.


2.Solución interna: sanar nuestras heridas

Dos emociones contrarias no pueden existir al mismo tiempo en ti.

No puedes estar enojada y al mismo tiempo feliz.

¿Has notado como cuando eres más feliz actúas más amoroso con quien te rodea? Por ejemplo al inicio de una relación.

Lo contrario también sucede: cuando tenemos dolores y miedos actuamos desde ese espacio e impacta a las personas que nos rodean.

Para amar más y mejor, es indispensable ir sanando nuestras heridas y miedos.

Cuando cultivamos esas emociones dentro de nosotros, las podemos compartir con los demás.

Cuando vivimos desde estados de mayor plenitud, nuestra capacidad de amar es mayor.


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